Debe ser la cantante irlandesa, la artista musical más conocida después, claro, que los U2. Pero al margen de sus valores musicales, lo que llevó a estar a Sinéad O’Connor en el centro de la escena ocurrió cuando la nacida en Dublín tenía solamente 26 años. Fue el momento que marcaría para siempre la carrera de la fallecida este miércoles 26 de julio.
Fue el 3 de octubre de 1992, cuando ella, menudita y rapada, asombró a todo los Estados Unidos y al mundo, cuando rompió una foto del Papa Juan Pablo II durante una presentación en el programa Saturday Night Live.
Lo primero que hizo fue interpretar la canción de Loretta Lynn Success Has Made a Failure of Our Home,. Y luego regresó al escenario de Studio 8H. Y, en lugar de cantar la canción planeada, y a capella (Scarlet Ribbons, un tema propio, fue el manager de O’Connor quien informó a John Zonars, el coordinador musical de SNL, que la artista había decidido, en cambio, interpretar, sí, a capella, War, de Bob Marley.
O’Connor cambió algunas de las letras originales para hablar, específicamente, sobre el abuso infantil. Y pidió que su actuación se filmara con una sola cámara, y en primer plano, para que su gesto de cierre (iba a sostener una imagen de un niño hambriento) quedara hasta el final.
Hasta hubo tiempo para un ensayo, en el que O’Connor mostró la foto del chico e hizo una súplica para proteger a los niños vulnerables del mundo.
Todo cambió cuando la actuación fue en vivo y en director para todo el que sintonizara el programa de TV. Cuando terminaba la canción, la artista de por entonces 26 años, mostró una fotografía, pero del Papa Juan Pablo II y, mirando a cámara, rompió la foto en pedazos, diciendo: «Luchá contra el verdadero enemigo».
Luego, apagó las velas que eran los únicos elementos que la acompañaban en el escenario, y se fue.
La polémica
La respuesta del público estadounidense en su mayoría fue contundentemente negativa, se generaron protestas en contra de la cantante, así como amenazas y la cancelación de varios shows en vivo que la intérprete, que luego en 2017 cambió su nombre a Magda Davitt y en 2018, tras convertirse al Islam, se llamó Shuhada’ Sadaqat, planeaba realizar.
Ella mismo lo recordó en su libro de memorias, Rememberings, editado hace apenas dos años. “Cuando camino detrás del escenario, literalmente no hay un ser humano a la vista (…). Todas las puertas se han cerrado. Todos han desaparecido. Incluido mi propio manager, que se encierra en su habitación durante tres días y desconecta su teléfono”.