Después del sábado 7 de octubre cuando Hamás le infligió 1.400 muertos a su población civil y secuestró 239 israelíes y extranjeros, Israel no tiene otra alternativa que destruir a la organización terrorista y eliminar uno por uno a sus cuadros dirigentes y a la mayor parte de sus operativos.
Lo que está en juego ahora es la supervivencia del Estado israelí y de su población; y se puede asegurar que si Hamás persiste como fuerza militar todavía en control de la Franja de Gaza una vez terminada la guerra, Israel estará letalmente debilitado y habrá perdido para siempre su capacidad de disuasión frente a sus múltiples enemigos de Medio Oriente y el mundo, encabezados por Irán.
Esto implica que la situación de Israel se habrá tornado invivible, lo que obligará a los israelíes forzosamente a salir del país, reiniciando su camino milenario de éxodo colectivo.
Todo depende ahora de la capacidad de combate de las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) para destruir a Hamás y desmantelar irreversiblemente su estructura militar y logística.
El dilema estratégico de Israel surgido de la lógica de los hechos tiene un carácter trágico y al mismo tiempo extremadamente simple.
“Todo en la estrategia es simple, pero lo simple es difícil”, dice Clausewitz; y todo se conjuga en tiempo presente y con un carácter intransferible. Este es el problema estratégico central que está en el núcleo de este conflicto histórico, y en este momento específico del siglo XXI.
Es una situación en que el inevitable tono apocalíptico surge de los acontecimientos y del contexto mundial, y no solo es una pasión del cerebro.
En estas condiciones, lo único que puede limitar su alcance es que se logre una conclusión tajante y definitiva, cualquiera sea el tiempo que lleve y las consecuencias que desate.
Hay que dar como un hecho la extensión del conflicto, y ante todo el vuelco a la guerra de Hezbollah, la expresión político-militar de la comunidad chiita en el Líbano, y por su intermedio de Irán.
Por su parte EE.UU. respondió la semana pasada por primera vez a los ataques de la Guardia Islámica Republicana (Fuerza QUTS) iraní destacada en territorio sirio, señalando el Pentágono que era una “…advertencia” al régimen del Ayatollah Khamenei en Teherán.
EE.UU. tiene desplegadas dos Fuerzas de Ataque navales en la región, encabezadas por sendos portaaviones nucleares (US. Gerald Ford y US. Dwight D. Eisenhower) en los que están embarcados casi 5.000 “marines” integrantes de la 21ava Fuerza Expedicionaria.
En el caso cada vez menos hipotético de un vuelco a la guerra de Hezbollah, la 21ava Fuerza Expedicionaria podría desembarcar en territorio libanés, como lo hizo en forma repetida en la década del ’80 y del ’90, lo que a su vez llevaría a la intervención de Irán en respaldo de su principal aliada en la región que es la fuerza chiita libanesa.
Esta, en suma, es la situación de mayor riesgo mundial de los últimos 20/30 años; y como tal es una convocatoria urgente a una nueva estructura del poder global, centrada en Asia, y fundamentalmente en China, que es el único poder en el mundo capaz de equilibrar a la superpotencia norteamericana, además de restringir y orientar estratégicamente a la otra potencia involucrada, que es la República Islámica de Irán, a la que la Inteligencia estadounidense considera que ya ha adquirido el arma nuclear.
A partir del 7 de octubre, para Israel se aplica con plenitud el principio establecido por André Malraux en “L’Espoir”: “Una vez que se está en Guerra, la moral consiste en vencer”; y en este punto y respecto a este tema es que se resume en noviembre de 2023 la historia del mundo, y del propio Estado de Israel, nacido hace 75 años, el 14 de mayo de 1948.
En una contienda decisiva de alcance mundial como la actual entre Israel y Hamás, hay que dejar de lado las visiones catastróficas por constituir un gasto inútil de energía, y fijar toda la atención en la eficacia de las operaciones: “Yo combato, y luego veo”, afirma Napoleón, lo que tiene como complemento ineludible el apotegma de Clausewitz cuando señala que “…hay un solo error estratégico letal, que es no actuar”.
La sabiduría estratégica es ante todo conocimiento de lo inevitable, lo que en el orden universal de las cosas no puede dejar de suceder. Este ha sido siempre el punto de partida de las auténticas victorias militares, que son las que cambian la historia.
Por eso la visión estratégica descarta la pasión de los aficionados por las consecuencias catastróficas: “La mayor parte de las catástrofes que se prevén, nunca suceden”, dice Churchill en sus “Memorias de Guerra”.
Israel está obligado a actuar y a destruir a Hamás, aunque “…lluevan tormentas y tempestades en los cielos”.
De ahí que el riesgo mayor de la actual situación de Medio Oriente sea el vacío de poder y la creciente parálisis decisional de EE.UU., resultado de la incapacidad de acción del presidente Joe Biden: “La vejez es un naufragio”, le dice De Gaulle a Malraux en la “Hoguera de la Encina”.
Para todo esto hay que creer en una sola cosa, que es el poder inexorable del momento presente.