¿La CGT quiere en serio hacerle otro paro a Javier Milei? En una nueva demostración de su timing, la central obrera peronista convocó a una huelga general contra la administración libertaria para el 9 de mayo, es decir con casi un mes de anticipación. La fecha revela lo obvio: los sindicalistas tienen un excesivo margen de maniobra temporal para negociar con el Gobierno y, eventualmente, levantar la protesta.
Si se preguntaba este domingo en la mesa chica cegetista si el paro realmente se concretará, se escuchaban respuestas que delatan el estado de las cosas. “Hasta ahora el paro se mantiene”, dijo un sindicalista. Otro peso pesado agregó: “Hoy por hoy, hay paro. Después se verá”. Un tercero completó: “Lo que te condiciona es la realidad”.
En la CGT se escuchan un puñado de temas que están sobre la mesa de negociación -“la pelota ahora la tiene el Gobierno”, sostienen- y que según cómo se resuelvan podrían llevar a que el paro se levante.
Uno, central, es que se homologuen los acuerdos paritarios del sector privado que la Casa Rosada mantiene pisados. El caso emblemático es el de Camioneros, pero hay otros.
“Liberan los precios, liberan las tarifas y en lo único que el Gobierno pone techo es en los salarios”, se quejan entre los gremialistas.
Algo más. Como en el cuento del policía malo y del policía bueno, dicen que el secretario de Trabajo, Julio Cordero, quiere homologar las paritarias ya cerradas pero que choca contra el ministro de Economía, Luis Caputo, de mayor poder. El ex Techint Cordero está incómodo en la gestión, dicen quienes lo frecuentan.
En la CGT están de acuerdo con avanzar con una reforma que modifique el régimen de indemnizaciones, los periodos de prueba y las multas a empleadores por trabajo no registrado. Entienden que el actual marco legal perjudica sobre todo a las pymes y conspira contra la creación de empleo.
Pero lo que no aceptan de ninguna manera es que una nueva legislación se entrometa con el principio de la “ultraactividad” -permite la vigencia de un convenio laboral aunque esté vencido hasta tanto no exista uno nuevo-, que se amplie la declaración de actividades esenciales para recortar el derecho de huelga o que se clausure el pago de la cuota sindical solidaria a los no afiliados a los gremios, una medida que entienden apuntaría a desfinanciarlos. Los tiene en alerta, además, un proyecto presentado por la UCR que propone que las empresas dejen de ser agente de retención de las cuotas sindicales, lo que sería un golpe aún mayor a las cajas de los gremios.
“Reforma laboral” es un paquete demasiado amplio y en la CGT aún no tienen claro con qué el oficialismo buscará avanzar. Una reforma menos light de lo que anuncia el Gobierno podría fortalecer la decisión de ir nomás a un paro el 9 de mayo.
Hay más reclamos: el alza de precios, la recesión, el parate en la obra pública y los 90.000 ceses entre trabajadores de la construcción, los despidos en el sector público. Pero en la CGT parecen estar más pendientes de la homologación de las paritarias y de la reforma laboral. Según cómo se resuelva la ecuación, el paro será más o menos factible.
¿Cómo hacer un parazo?
La duda es si el Gobierno quiere evitar el paro o por una cuestión política opta por dejar que la protesta se concrete. En ese escenario, no sería raro que salga a demonizar a los sindicalistas. Ahí lo tiene a Pablo Moyano, por ejemplo. La semana pasada, los popes cegetistas hicieran toda una ingeniería para evitar que en lugar de Pablo fuera Hugo Moyano a la Rosada.
Se abre otra duda. ¿Con quién del Gobierno se llevaría adelante esa supuesta negociación para levantar el paro? En los gremios ven al ministro del Interior Guillermo Francos sin autonomía, con la necesidad de después validar cualquier acuerdo que pudiera obtener. A los dirigentes que estuvieron el miércoles en la Casa Rosada les llamó la atención que aunque de la reunión participó el jefe de Gabinete, Nicolás Posse, el que ostentó la voz de mando fue el asesor estrella de Milei, Santiago Caputo.
La decisión de hacer o no el paro no estará en manos de los sindicalistas con perfil más duro, como Pablo Moyano, los alineados con el kirchnerismo o Luis Barrionuevo (propuso que el paro del 9 de mayo fuera de 36 horas) sino de lo que se conoce como el núcleo duro cegetista y donde tallan Gerardo Martínez (UOCRA), Andrés Rodríguez (UPCN), Armando Cavalieri (Comercio), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias) y Héctor Daer (Sanidad). Ellos y sus aliados detentan la mayoría en la central.
Hay algo más que puede conspirar contra la concreción del paro, más allá de que el Gobierno atienda o no los reclamos cegetistas. En la mesa chica se plantean por estas horas si tendría sentido hacer un paro de escaso volumen. Una huelga a media máquina podría dejarlos en una situación de debilidad.
El problema es cómo concretar un “parazo”. Un paro en las instalaciones de las automotrices, una siderúrgica o un fabricante de alimentos tendrá impacto económico, pero desde lo político no mueve el amperímetro.
“Si lo hacemos, lo que hay que hacer es un paro que valga la pena, donde cierren el 75% de los negocios, las confiterías y de las pymes. Que a simple vista cualquiera se dé cuenta de que fue un éxito”, evalúa un histórico dirigente cegetista.
Para lograrlo, necesitarán sumar a la clase media. Entienden que es posible por el golpe al bolsillo que sufre el sector. Eso sí: admiten que esos mismos sectores son los que salen corriendo cuando ven a algunos dirigentes sindicales.