El apoyo explícito del presidente Pedro Sánchez a Sergio Massa durante la campaña para las elecciones argentinas de octubre del año pasado ya presagiaba que las relaciones entre Javier Milei, si ganaba, y la coalición de izquierdas que lidera Sánchez no serían las más fraternales.
Nadie imaginó, sin embargo, este ida y vuelta ofensivo en el que la diplomacia bilateral quedó pendiente de un hilo y en el que parecería ponerse en juego quién pone el listón cada vez más alto.
Hace dos semanas, fue el ministro de Transportes español, Oscar Puente, el que compartió ante una platea de estudiantes que había visto a Javier Milei en una entrevista televisiva en la que había consumido “sustancias”.
La Oficina del presidente Milei pataleó, rechazó “las calumnias e injurias” y el ministro del Interior, Guillermo Francos, consideró que Oscar Puente debía renunciar por sus desafortunadas declaraciones, opción que la oposición al gobierno de Pedro Sánchez le reclamó desde el principio.
Sánchez no castigó ni puso en penitencia a su ministro.
Puente solito dijo que su error había sido no haber medido el alcance y las consecuencias de sus palabras. Y que si hubiera sabido que lo que dijo iba a tener semejante repercusión, no lo hubiera dicho. Punto final.
Este domingo, el presidente Milei fue más lejos. Y si en su comunicado de rechazo a las declaraciones del ministro Puente le había recomendado al presidente del gobierno español que se ocupara de temas más urgentes, como las investigaciones por presunto tráfico de influencias contra su esposa, esta vez dio un paso más.
En su apasionada arenga contra el socialismo, olvidó tal vez anteponer un “probable” o utilizar, entre los tiempos verbales, el condicional: “Aun cuando tenga la mujer corrupta y se tome cinco días para pensar”, dijo el presidente Milei en referencia a la investigación sobre la esposa de Pedro Sánchez y a los días de reflexión que el español se tomó para decidir si renunciaba o seguía en su cargo luego del ataque a su mujer.
La respuesta-reflejo de su Ministerio de Relaciones Exteriores subió la apuesta: España convocó a su embajadora en Buenos Aires “sine die”, es decir, sin una fecha de regreso.
Exige, además, unas disculpas públicas del presidente de la República Argentina. “En caso de no producirse, tomaremos todas las medidas que creemos oportunas para defender nuestra soberanía y nuestra dignidad”, dijo el canciller español José Manuel Albares.
Madrid. Corresponsal