Porteños de nacimiento y con un particular parecido físico, Axel Kicillof y Augusto Costa se recibieron de economistas y militaron como estudiantes en la UBA. Hoy comparten gestión en la provincia de Buenos Aires. Y aunque algunos los chicanean con que parecen mellizos, el gobernador es dos años más grande (51 contra 49). También los diferencia el carácter. El mandatario es más irascible y verborrágico, mientras el ministro se muestra introvertido, equilibrado y respetuoso.
Kicillof y Costa sintonizan también la ambición de prosperar en política. El gobernador quiere ser Presidente y su ministro de Producción, jefe de Gobierno de la Ciudad. Para estar más cerca de conseguir sus objetivos, el primero debe primero imponerse en su interna abierta con La Cámpora. Mientras que el funcionario necesita que la gente lo conozca.
Pactaron ayudarse mutuamente. Kicillof nunca dejó de hacer campaña. Se muestra en todo el territorio bonaerense con eje la Primera y, sobre todo, Tercera Sección del Conurbano. También arma agendas para aparecer en otras provincias, regalando patrulleros y ambulancias. Hasta se suma a Foros izquierdistas en países vecinos, como Uruguay y próximamente Brasil.
Augusto Costa se le pega a su jefe todo lo que puede y lo dejan. En las últimas semanas estuvo acompañando al gobernador en varios actos del GBA e interior bonaerense.
Como lo hizo con los intendentes díscolos Jorge Ferraresi y Mario Secco, el ex ministro de Economía intenta subir a su esquina del ring a Augusto Costa. Por lo menos en los primeros rounds, sus contrincantes no precisamente responden al Presidente Javier Milei ni a Mauricio Macri.
Problema en casa: si fuese por Máximo Kirchner no habría tal encolumnamiento de los ya adultos y algo desgastados integrantes de La Cámpora con el proyecto de Kicillof presidente.
En el 2023, el gobernador ya se plantó y ganó cuando impidió que La Cámpora lo ponga a pelear (¿y perder?) la presidencia. Máximo lo atacó con artillería pesada para que Wado de Pedro lo reemplace en la Provincia.
Kicillof nunca tuvo el atrevimiento de pelear lugares propios en listas kirchneristas. No le responde casi ninguno de los diputados ni senadores provinciales. Y hasta entregó medio gabinete a La Cámpora.
Al igual que cuando aprovechó el apoyo de los jefes comunales de Avellaneda y Ensenada, el gobernador ahora intenta profundizar su empoderamiento interno de la mano de Augusto Costa. «Es un cuadro distinto a cualquier perfil de La Cámpora. Ya eso lo hace interesante», resalta un alto y viejo jefe peronista que se ganó la estima tanto de Cristina como de Kicillof por compromiso y lealtad.
¿La Provincia para después saltar a la Ciudad?
Para llegar a jefe de Gobierno, Augusto Costa necesita levanta el perfil y ganar alguna elección. El ministro acordó con Kicillof salir a mostrarse e instalarse para pelear un lugar bien arriba en la lista de diputados nacionales bonaerenses.
«La idea es que Augusto encabece. Máximo no tiene a casi nadie potable. El que no está quemado, tiene más manchas que una cebra. Obvio que La Cámpora necesita algún tipo de reivindicación y buscará que sea Mayra Mendoza. Ahí está la verdadera pelea», le dice a Clarín un miembro del Gabinete provincial.
¿Y si finalmente Cristina decide ser candidata? «Buscaremos que Augusto la secunde en la lista. Para instalarse, bien o mal, no habría mejor figura que acompañar a Cristina. Aunque todos sabemos que para ser jefe de Gobierno porteño no le conviene quedar tan pegado a ella«, reflexiona otro funcionario bonaerense, de menor rango.
Costa comparte con Kicillof la economía nacionalista con un estado abarcativo y controlador. La producción de yerba, como cultura y símbolo patrio, lo fanatizó a tal punto que le puso Amanda a su hija por la marca que consume para tomar mate.
Con su jefe disienten en el fútbol. «Axel no sabe si la pelota es redonda», bromea un intendente peronista. Costa, en cambio, es fanático de Vélez, club en el que es vicepresidente. «Lo recuerdo haberlo visto, cuando era ministro de Cristina, en la popular junto a su hija. Vestía de forma modesta y pasaba desapercibido», describe un avezado periodista fanático del Fortín.
Una de las grandes conexiones que Costa logró gracias al fútbol fue su llegada a la AFA. Es uno de los dirigentes que mayor cercanía logró con el Chiqui Tapia. «El Negro (por Tapia) lo aprecia. No sé si son amigos, pero cada vez que se ven son compinches y aparentan cierta intimidad», cuenta un dirigente de la Asociación del Fútbol Argentino.
Otro periodista partidario y bastante crítico de la dirigencia del fortín, resalta que al vicepresidente de Vélez «no se le conoce ningún chanchullo». Aunque recuerda que Costa «también participó en la anterior administración del club, que hizo desastres financieros non sanctos. Pero supo abrirse a tiempo. Eso sí, le encanta hacer política en el Fortín. Creó secretarías para sobreactuar con los derechos humanos y hacer actos por lo que sucedió en los ’70. Acá todos saben que con el aparato provincial salió a pagarles el carné de Vélez a bonaerenses para hacerlos socios y que voten a su lista en el club».
En Villa Urquiza, Costa se crío. Cerca de allí, es el albacea del Centro Cultural Pedro Morán, en Agronomía. Más que un lugar abierto y plural, los vecinos lo identifican como «una unidad básica donde se hablaba en contra de Macri y ahora el enemigo es Milei«.