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Se complicó la interna del PJ y Cristina presiona a la jueza para que no haya elecciones

Cristina Kirchner está descolocada ante su último y grosero error de cálculo. La ex presidenta no sabe cómo salir de la encerrona que ella misma se metió cuando, de alguna manera condicionada por su hijo Máximo Kirchner y el peligroso futuro de La Cámpora, se auto-postuló para liderar oficialmente «la cueva de viejos Mamertos» como muchos la escucharon calificar o descalificar al Partido Justicialista.

Cuando en el Instituto Patria le advirtieron sobre la imposibilidad de celebrar elecciones en noviembre por varias razones (logística, plata, padrones y, sobretodo, desgaste), Cristina respondió con una mueca sobradora «nunca habrá votación».

Primer dato: nunca, desde que el General Domingo Perón creó el partido en 1946 (continuador del Partido Único de la Revolución y luego, en 1971, Partido Justicialista) hubo elecciones a presidente del PJ. La del 1982, al fin de la última dictadura militar, fueron para congresales y sólo en un puñado de distritos. Años más tarde, la de Carlos Menem vs Antonio Cafiero fue para cargos electorales, no para presidir el partido.

Ahí reside la falta de legitimidad absoluta de Cristina Kirchner. No sólo no pudo imponer, como intentó, a Eduardo Wado de Pedro o a Lucía Corpacci, sino que (por lo menos hasta ahora) la jefa kirchnerista deberá revalidar títulos ante un oponente considerado por ella casi insignificante, como Ricardo Quintela, cuya postulación fue bajada este domingo por la junta electoral del partido y el riojano amenaza llevar la pelea a la Justicia.

Otro dato, ningún gobernador peronista salió a defender su candidatura. Ni siquiera invitándolos a una reunión privada con foto pública, como hizo con los derrotados Jorge «Coqui» Capitanich o Juan Manzur. Ni siquiera el futuro patrono de Santiago del Estero, Santiago Gerardo Zamora, o el pampeano Sergio Ziliotto.

Los gobernadores peronistas de Tucumán, Catamarca y Salta parecen inclinarse en contra de los K. Y hasta «Highlander» formoseño, Gildo Insfrán, juega a la prescindencia, aunque aceptó que el senador José Mayans integre la lista de Cristina.

En el GBA, para el kirchnerismo vernáculo, nada volverá a ser cómo antes. Si hay elecciones, varios intendentes de la Tercera Sección, jugarán abiertamente para Quintela y varios otros, aún integrando la lista de Cristina y La Cámpora, a lo sumo moverán algún pelo del aparato municipal «para no quedar tan expuestos», le confiesa uno de ellos a Clarín.

Además de descolada, dos altos funcionarios kirchneristas que frecuentan a Cristina le dicen a este diario que está entre furiosa y desilusionada, una vez más, con Máximo y Wado.

Los líderes de La Cámpora le aseguraron que Quintela no sería un problema. Máximo se reunió con el riojano y se gritaron un poco. «¿Me dejaron caminar 4 meses por todo el país, sobre todo el GBA, y ahora me quieren cagar?», el espetó al gobernador al líder camporista.

Como en «House of Cards», la soberbia, el cinismo, las traiciones o dobles discursos y zancadillas marcan la relación entre Cristina y Quintela. «Podés creer que nunca hablaron. Cristina jamás se rebajaría a marcar ella misma el teléfono del riojano», cuenta uno de los involucrados, en uno de los bandos.

Otra historia es la relación entre Quintela y Wado. El ex ministro del Interior y frustrado candidato a presidente le pidió al riojano que baje su candidatura. A cambio, hubo dos ofrecimientos. El primero, el lunes pasado: la vicepresidencia y el 25% de los cargos del partido. La siguiente propuesta, en modo desesperación, fue la vicepresidencia y el 50% de los cargos.

El cinismo de Cristina fue antes y después de esa negociación frustrada ante la negativa de Quintela. «Le pido a la junta electoral del PJ que oficialice y habilite la lista adversaria para poder competir»; dijo la ex presidenta, sobreactuando su costado democrático.

Hipocresía: ella maneja la junta electoral a través del ex albertista Juan Manuel Olmos. El último jefe de Gabinete de Alberto Fernández es conocido por su atributo, como el de Sergio Massa y los gatos, de caer siempre bien parado.

Dos días después de la supuesta generosidad de la ex vicepresidenta de pedir la aprobación de la lista de Quintela, y ante la obstinación del riojano de no claudicar ante la presión de Wado para que renuncie a competir, la ex presidenta ordenó que no se oficialice la nómina de su adversario por «no tener avales».

«Pocas veces vimos algo tan claro. A Cristina y a La Cámpora le fallaron todos los sensores y ahora no saben como salir de la elección. Para ella, aún ganando, pierde. Encima la jueza electoral, (María) Servini de Cubría, ya les dijo que no hay tiempo y sería un papelón encarar la elección«, le indicó a Clarín un peronista no (tan) kichnerista que integra la lista de Cristina.

La semana pasada hubo dos reuniones entre enviados de Cristina y Servini de Cubría. Los que entraron al despacho de la jueza electoral fueron dos reconocidos operadores judiciales aunque muchos duden de su expertise: el hermano de Wado, Gerónimo Ustarroz, y el ministro de Justicia bonaerense que no responde a Kicillof, el marplatense Juan Martín Mena.

La ex presidenta los enviaba con una doble misión: pedirle a la magistrada que avale la decisión de la Junta partidaria, que se conoció este domingo, de bajar directamente la lista de Quintela; y que rechace cualquier apelación que el riojano pueda plantearle cuestionando la decisión de la junta.

«Díganle a Cristina y a Wado que sería un disparate hacer las elecciones. Quedan tres semanas y no sabemos todavía cómo están compuestos los padrones (serían unas 3 millones de personas). Además, ¿quién va a pagar la elección?», les dijo a los delegados del poder kirchnerista.

El tema de la plata es un agregado aparte, para nada insignificante. Según pudo averiguar este diario, una elección de 3.000.000 de empadronados, aunque solo votaría el 10%, costaría al menos $1.200 millones.

La Cámpora maneja las cuentas del PJ Nacional hace varios años. En el Banco Nación, donde figura la cuenta del partido, se creía que debería haber unos $1.000 millones. «Quise averiguar y, como con los padrones, nadie tiene idea de la guita que hay. Algunos hablan de que los fondos no llegan a 400 millones. Estos pibes hicieron un desastre», le dice un congresal con varios períodos en el PJ.

Los que todos parecen coincidir es que Cristina no sabe ahora como evitar las elecciones ante el fracaso de la unidad y operativo clamor. «Si no logra bajar a Quintela, lo mejor que le puede pasar es que la jueza le suspenda la votación. Esto ya se les fue de las manos», indica otro candidato, del GBA, que participa en la lista de la ex presidenta.

Y se pregunta, sin poder disimular la sorna. «¿Y si el riojano le gana?».

Quintela es un insider de la política que se comporta como un outsider. Y hace enojar a sus jefes. Quizás poco lo recuerden, pero Julio Cobos tuvo que desempatar en el conflicto de la 125 porque la hermana de Quintela, Teresita, le votó en contra a Nestor.

Siendo intendente de la capital riojana, a su máximo enemigo y ex gobernador peronista Beder Herrera, Quintela le llenó de basura varias veces la sede del gobierno provincial.

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