miércoles, 19 marzo, 2025
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Caputo le teme a la flotación del dólar y el mercado lo olfatea: brecha y tasas, dos señales de alerta

Toto Caputo debe sentir nostalgia de aquellos días en los que sus declaraciones o la publicación de un dato positivo bastaban para ahuyentar los fantasmas del mercado. Cuando se rechazó el proyecto original de la ley Bases, por ejemplo, y él aclaró que aunque no le aprobaran las subas de impuestos, tenía «plan B», o cuando anunció la llegada de inversiones, divisas por blanqueos, dólares de repos. Hasta en pleno escándalo por la criptoestafa se permitió contestar que «los fundamentals matan al ruido político» al ver que no se producía el desplome anunciado.

Pero el ministro está viendo cómo se produce una devaluación más grave que la del peso: la de su palabra. Tras el fallido intento de dar una señal tranquilizadora en una entrevista donde dijo que desconoce el monto y los detalles del acuerdo que se firmará con el Fondo Monetario Internacional el mercado parece contestarle con el clásico «show me the money». Y responde como siempre: presionando sobre el tipo de cambio.

Y no faltaron quienes, hurgando en el archivo, encontraron una forma para erosionar el principal argumento caputista, ese que dice que «ahora todo es diferente». Se publicó en las redes una entrevista de 2018, cuando desde su puesto de presidente del Banco Central, Caputo afirmaba que «esta vez estamos pidiendo un crédito desde una posición absolutamente sólida». Es decir, frases muy similares a las que expresó en las últimas horas para explicar por qué el nuevo acuerdo no terminará en una turbulencia financiera.

Hasta los más jóvenes del mercado saben cómo terminó aquella experiencia de hace siete años: el FMI «quemó» más de u$s20.000 millones en los intentos por ganarle la pulseada al mercado, y las desavenencias entre Caputo y el staff del organismo terminaron con la renuncia del funcionario y el establecimiento de un régimen de banda de flotación cambiaria.

¿Justificado o exagerado?

Esta vez no alcanzó con que Caputo asegurara que no habría alteraciones en la vida cotidiana de la gente, ni que horas más tarde se jactara de que la inflación mayorista haya caído al 1,6% en febrero. Más bien, lo que quedó como certeza entre los operadores del mercado fue la certeza de que el plan cambiario, tal como está no podrá seguir adelante.

Los números son elocuentes sobre el ánimo del mercado: el dólar «contado con liquidación» aceleró, de forma que su brecha respecto del tipo de cambio oficial está en 21,6%. Apenas la semana pasada estaba en torno del 15%. Y eso ocurre pese al detalle no menor de que el Banco Central está interviniendo fuerte -se estima más de u$s1.000 millones en el mes- para contener la cotización.

Y en el mercado de futuros hubo una fuerte suba del volumen, con movimientos muy llamativos, como los aumentos de cotización en las posiciones de muy corto plazo. Así, hay gente dispuesta a pagar $1.124 para asegurarse la cotización de fin de marzo, y $1.168 para abril. Son cifras que saltaron más de 5% en dos días y que podrían interpretarse como el temor a una devaluación mucho más temprana que lo sospechado.

Claro, también están quienes creen que lo que ocurre no es más que un «overshooting», la típica reacción de pánico cuando se produce una corrida en manada y aparece gente dispuesta a convalidar precios que, a primera vista, no tendrían un asidero técnico.

Lo cierto es que hay mucha confusión sobre qué está pasando y quién lidera la corrida. Por lo pronto, hay informaciones sobre el desarme de posiciones de fondos comunes de inversión en renta fija y money market. La consultora Outlier estimó en $400.000 millones esa salida en una sola jornada.

También se habla sobre la revisión de estrategia por parte de los inversores que están posicionados en el carry trade -incluyendo importadores y exportadores que habían pospuesto sus pagos en divisas– porque el nuevo cálculo de tasa ya no rinde ante el cambio de expectativas del mercado.

El fantasma de la flotación del dólar

Mientras tanto, el Central tuvo que vender u$s215 millones sin que haya necesidad de cancelar un vencimiento de deuda. Es decir, por demanda pura. En tres jornadas, un sacrificio de reservas por u$s745 millones, con lo que ya se neutralizó todo lo que se había comprado en el mes.

Pero, sobre todo, lo que apareció sobre la mesa fue un tema que parecía lejano y ahora está como una posibilidad de corto plazo: la vuelta a la libre flotación. Quien advirtió primero que ese tema estaba siendo considerado por el propio Milei fue el economista Ricardo Arriazu, quien se sumó a las advertencias sobre las posibles consecuencias de descontrol.

El propio Caputo admitió esa posibilidad, manteniendo cierta ambigüedad respecto de si cuándo considera que estarán dadas las condiciones para que el peso flote sin generar un trauma.

«Lo que la gente percibió toda la vida es que a la Argentina le cuesta flotar, que típicamente salió mal. Pero tiene una causa, no es casualidad: costó flotar porque siempre la Argentina tuvo déficit, que financió con emisión y esa emisión de pesos la gente no la demandaba, entonces había sobrante y se volcaba al dólar», argumentó en la entrevista con A24.

Los temores de Caputo

¿Por qué genera nerviosismo la posibilidad de una flotación del dólar? Además de las experiencias históricas fallidas y del hecho de que la economía argentina lleva 10 meses consecutivos de déficit en la cuenta corriente -son más los dólares que salen que los que entran-, está la postura del propio Caputo.

De hecho, el ministro está entre quienes más se oponen a que se libere al mercado la fijación del peso. Había detallado su oposición en 2023, antes de ser designado por Milei.

En un informe de la consultora Anker -de la cual era director-, que en su momento fue muy comentado por el mercado, advertía en contra de las propuestas que entonces se hacían para dejar que el público eligiera libremente entre dólar y peso.

La advertencia de Caputo era que, a diferencia de lo que ocurre con otras variables de la economía, la demanda de pesos es difícil de predecir, porque depende de la confianza del público. Y ponía en duda que fuera suficiente con aplicar la receta ortodoxa de eliminar el déficit primario y dejar de emitir dinero para costear el gasto estatal.

«A modo de ejemplo, el programa con el FMI entre 2018 y 2019, a pesar de apuntalar el problema central del déficit fiscal, de terminar con el financiamiento monetario al Tesoro, de no haber emitido pesos desde junio 2018 y de haber mantenido constante el circulante en poder del público hasta casi el final del mandato, debió soportar los dos años de mayor inflación de la gestión», recordaba Caputo, desde la perspectiva de quien fue víctima directa de esa situación, al no lograr controlar al dólar en su breve gestión como presidente del BCRA.

¿Las anclas ya no funcionan?

Esta postura fue la que lo llevó a diseñar su plan de «las tres anclas», donde el superávit fiscal y el congelamiento de la base monetaria garantizarían la estabilidad del ancla cambiaria, y el resultado de todo eso sería una drástica baja de la inflación.

Dentro de esa lógica, todos los movimientos del mercado eran interpretados de manera positiva: si el Tesoro no lograba «rollear» un vencimiento de deuda era un síntoma de que los bancos preferían expandir el crédito a las empresas antes que volcarlo al sector público. Es decir, que aumentaba la demanda de dinero. Y si se rolleaba por encima del vencimiento, se alegaba que era una demostración de confianza en la recuperación de los títulos de deuda local, y que los inversores ya no pensaban en correr al dólar.

Lo cierto es que en las últimas semanas, a contramano de su rebaja nominal de tasas, el gobierno ha tenido que convalidar una suba en los rendimientos reales de las colocaciones en pesos. Y aun así, el movimiento de desarme del carry trade no pudo evitarse. Por otra parte, el IPC de febrero reabrió el debate sobre si la inflación se había «desanclado» del tipo de cambio oficial.

Los ideólogos del ancla monetaria intentaban llevar calma con el argumento de que no habría pesos suficientes con los cuales correr al dólar. Pero es un punto muy cuestionado por los economistas, que señalan que varios factores de la «base monetaria amplia», como las LeFi de los bancos y los propios depósitos en plazo fijo podrían generar una corrida contra el peso en un lapso bastante corto.

Sólo los depósitos superan los $41 billones, equivalente a unos u$s31.000 millones, tomados a la cotización «contado con liqui». Y nadie tiene claro si el aumento en la demanda de pesos seguirá su camino.

Si el crecimiento de la base monetaria siguiera como hasta ahora, se alcanzaría sobre fin de año el tope de $47 billones fijado por el gobierno. Para también es factible que ante un escenario de incertidumbre haya una nueva huida del peso.

Es lo que el propio Caputo dio a entender cuando dijo: «Lo importante no es si se flota o no, sino hacerlo en las condiciones correctas. De nada sirve flotar si vos no tenés las condiciones apropiadas porque te va a ir mal». Según sus propias definiciones, recién cuando la base monetaria coincida con la «base amplia» -que incluye las letras compradas por los bancos y los depósitos del Tesoro en el BCRA-, estaría dada esa condición.

Hasta ahora, el mercado está interpretando que, pese al superávit fiscal, las condiciones no están dadas. Y toma actitudes defensivas ante lo que ve como inevitable: el levantamiento del cepo en un plazo cercano.

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