Amor por Talleres, visión, legado e influencia a nivel nacional es lo que repiten las nuevas generaciones que escucharon hablar de Amadeo Nuccetelli. El nombre y la figura del histórico presidente persisten en el mundo del fútbol, pero el recuerdo como padre vive en las voces de sus hijos Florinda y Federico. Perfil Córdoba mantuvo un mano a mano con ambos, que recuerdan al dirigente desde su costado más humano.
-¿Cómo describirían a su papá?
-Florinda: Como un personaje muy especial. Yo tendría que tomarlo como mi mejor amigo, no como mi papá. Cuando lo hicieron, rompieron el molde. Era una persona que se levantaba cantando y silbando a pesar de todo lo que le pasó. Él perdió absolutamente todo. Nosotros no teníamos dónde vivir, pero él le hacía el desayuno a mi mamá y ponía la radio para escuchar las noticias. Siempre nos enseñó: ‘Uno tiene que escuchar todas las noticias para estar informado’. Era su costumbre y así era su vida.
-Federico: Lo recuerdo como un tipo bastante simple y sencillo. Nunca habló mal de nadie. Fue una persona que me dejó muchos valores y cosas muy lindas. En la calle reconocen el apellido y obviamente es por él. Por otro lado, nosotros pasamos una situación económica bastante irregular y si él hubiera actuado de otra forma en ciertas cosas, tal vez no hubiésemos vivido eso. La gente lo recuerda como un buen tipo. Mucha gente de Belgrano y de Instituto me hablan de él, no sé si es una percepción, pero me sorprende más.
-¿Qué era lo que más te gustaba de él?
-Florinda: Siempre me preguntan y no sé cómo explicarlo. Más que una vibra, era una persona muy positiva. Obviamente le importaban las cosas que pasaban a su alrededor, pero siempre les veía el lado bueno.
-Federico: Era muy afectuoso con la gente. Iba a comer asados con la barra de Talleres de esa época a un barrio marginal pero también podía a sentarse a almorzar con el presidente del Milan de Italia, lo hacía de la misma manera y siempre tenía una sonrisa. Cuando él me veía cabizbajo o preocupado, me hacía una seña con la mano que significaba ‘sonreí’. Buscaba transmitir que había que tomarse las cosas como lo que son y tratar de salir adelante.
-¿Qué actividades compartían juntos?
–Florinda: Que mi papá haya perdido todo, hizo que yo lo conociera. Pese a que mi hermano y yo éramos chicos, estar bien y de golpe no tener ni siquiera dónde vivir fue muy difícil porque notás más la ausencia de no tener nada. Pero ahí yo tuve la posibilidad de conocerlo a mi papá. Era una persona muy ocupada. Íbamos mucho a la cancha, pero él se sentaba en un lugar, la gente lo rodeaba y con mi hermano no teníamos acceso a él.
-Federico: Cuando yo era niño, él viajaba y pasaba mucho tiempo fuera de casa, pero en las épocas de las rifas recuerdo que me contaba las ideas que él tenía. Entonces, me explicaba para ver qué pensaba yo, a lo mejor ni siquiera las compartía. Más adelante, charlábamos y como todo adolescente yo lo peleaba en algunas cosas.
-¿Fuera del fútbol o de Talleres qué cosas lo hacían feliz?
-Florinda: Le encantaba ir al centro a tomarse su cortadito. Juntaba plata para un cospel y se iba. Gracias a Dios, en cualquier lugar que se sentaba alguien lo invitaba y esa persona no tenía la menor idea de que le estaba dando una alegría inmensa a mi papá que no tenía ni para pagarse el café. A él le dabas café o empanadas y era el hombre más feliz del mundo.
-Federico: Nunca lo ibas a ver gritando ni desbordando de emoción. Era muy medido y centrado. En sus últimos días, se alegraba cuando le poníamos la radio para que escuchara los partidos y si le preguntábamos algo respondía bien, es decir que estaba conectado con eso.
-¿Qué anécdota graciosa recuerdan?
-Florinda: Mi pareja era de Belgrano y cuando tenía que presentarlo en mi casa estaba asustado, pero mi papá le dio la mano y le dijo: ‘te felicito, porque elegiste un equipo de Córdoba y no Boca o River’. Así que Guille se relajó y mi papá simplemente lo abrazó y felicitó. Él escuchaba los partidos de todos por igual y se ponía muy contento cuando los equipos de Córdoba ganaban.
-Federico: Él era feliz con muy poco. Si lo invitabas a un restaurante, se metía en la cocina y volvía con una empanada o una feta de salame.
-¿Qué extrañan más de su papá?
-Florinda: Él siempre decía que era nuestro amigo y a veces necesito preguntarle: ‘Che pa, ¿qué hago?’ Él tenía un dicho en el cual me preguntaba ‘qué montaña’. Era para saber si veía o no el problema. Entonces, la frase variaba entre ‘qué montaña y ¡QUÉ montaña!’, así con mayúscula. A veces hay que aprender a no ver las montañas y darle para adelante porque vas en subida.
-Federico: Extraño poder conversar con él y preguntarle cosas que fui escuchando de más grande. Además, él no conoció a sus nietos y me gustaría invitarlo a comer un asado, que a él le encantaba, o una empanada todos juntos.
-¿Les quedó algo pendiente por decirle o por preguntarle?
-Florinda: La noche que falleció hacía un tiempo que no se comunicaba mucho con nosotros porque estaba ido. Yo me mudé al frente para poder ayudar a mi mamá y me crucé a verlos, era el cumpleaños de mi suegra que siempre hacía empanadas. Entonces, yo le cuento: ‘pa, me voy al cumpleaños de la Lili’. Y él se despierta en ese momento y me dice: ‘¿te vas a comer empanadas?’ Y me quedé. Me di el gusto de ganar esos últimos cinco minutos conversando con él. No importa de qué. Era la compañía de los dos. No tengo nada pendiente, pero sí me gustaría saber si está orgulloso de mí.
-Federico: Yo estuve acompañándolo hasta el último momento. Sobre su final lo tenía tomado de la mano mientras él se iba apagando, pero el médico que intentaba hacerle un electrocardiograma me dijo que lo soltara. No sé si lo siento como algo pendiente, pero me arrepiento de no haberle pedido al doctor que me dejara unos minutos más con él.
-¿Sus hijos continúan el legado familiar?
-Florinda: Yo tengo tres nenas y un varón. Mi hija Catalina es la fanática número uno del abuelo y de Talleres. Sabe absolutamente todo. Las otras no y el varón tampoco.
-Federico: Tengo dos hijos varones. Mi hijo Simón sabe mucho sobre la vida de su abuelo, le gusta y quiere participar. Es más, para esta entrevista él quería hablar también.
Logros de Amadeo Nuccetelli durante su presidencia en Talleres (1973-1987)
- Subcampeón del Torneo Nacional 1977.
- Contrataciones de jugadores y directores técnicos competitivos.
- Giras internacionales a nivel sudamericano y europeo.
- Remodelación de La Boutique.
- Adquisición del predio en Av. Circunvalación.
- Compra del inmueble para la sede social y administrativa.
Homenajes realizados a Amadeo Nuccetelli
- El Centro de Alto Rendimiento Deportivo (CARD) de Talleres lleva su nombre y luce un busto en su honor.
- Un monumento se sitúa en el ingreso de la sede.
- En 2013 se publicó el libro “Amadeo. Los cielos abiertos” (Javier Flores).
- La filial de Neuquén lleva su nombre.
Omar Verzellini (amigo de Amadeo): “Yo admiraba a Amadeo porque era un distinto que tenía pensamientos más allá de la época. No puedo definirlo como al resto. Si él hubiera tenido una empresa firme, Talleres hubiese ganado Copas Libertadores y Mundiales de Clubes, pero las rifas significaron un negocio hasta la aparición del Prode. Él quería tener un equipo de estrellas y ganador. Se sentaba a hablar y podía estar tres días contándote las posibilidades de campeonar”.