domingo, 24 agosto, 2025
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Un león atrapado en la casta

Nadie pensó hace un año y medio, al depositar el voto a favor de Javier Milei, que en tan poco tiempo su favorito aparecería enlodado por temas de corrupción. Ni el mismo candidato, ni siquiera la oposición. Aterrizaba en la Casa Rosada por dos razones: para dar vuelta como una media la insolvente y anémica economía, también para pasarle un trapo de lavandina a una tradición de diversos cohechos en el país, monumentales en la administración de los Kirchner simbolizados con un señor con una ametralladora que tiraba seis millones de dólares por encima de una pared. Y una presidenta hoy presa por fortunas incalculables. En la tarea económica, Milei lucha contra una dadivosa Argentina a la que le place gastar más de lo que gana, tropieza en su empeño y se levanta, se equivoca, tal vez corrija después de los comicios; en cambio, falla, padece y se involucra, con la depravada red de adjudicaciones, subsidios y licitaciones que han colaborado en todas las campañas electorales para sostener negocios que vulneran la memoria, se remontan al siglo pasado, y han resistido cualquier temporal en el país, como la última casa de los tres chanchitos. Es genético, un cine continuado de picardías dinerarias, la estafeta que se pasan los corredores en las carreras pedestres: constituye un ítem de cualquier gobierno.

Difícil de investigar las gigantescas y tradicionales mordidas: no es sencillo seguir la trazabilidad de la coima.

Hasta merece un capítulo en el último film del cuestionado Guillermo Francella sobre la naturaleza del argentino que, por otra parte, tampoco es distinta a los oriundos de otras tierras. En este caso involucra a las poderosas droguerías (ya vienen con el antecedente del triple crimen en tiempos en que Aníbal Fernández era ministro del Interior) y, curiosamente, zafan de la pesquisa los laboratorios que han sido históricamente acusados por promover golpes de Estado (voltear a Arturo Illia) u operar en la política interna contra Fernando de la Rua. Entre otras felonías. Los descendientes de estas fortunas extravagantes suelen tener las mismas conductas, unos contratan una europea pista famosa como Le Mans y competir con amigos en Porsche 911 y otros directamente coleccionan todos los vehículos emanados de esa marca. Claro,cada uno hace lo que quiere con su plata. Si es bien habida.

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Difícil de investigar las gigantescas y tradicionales mordidas: no es sencillo seguir la trazabilidad de la coima (salvo, quizás, en la cuestión de los Seguros que afecta en la Justicia al expresidente Alberto Fernández, hoy reaparecido y solazado por las investigaciones al gobierno actual: un afortunado, quedó del lado de los laboratorios inmunes. Se anota en las denuncias, como el regocijo de Cristina, soslayando que las prácticas hoy observadas en la Justicia datan de distintos gobiernos al actual. Incluyendo también a los tiempos de ella, o los de Mauricio Macri, ya que su vice Gabriela Michetti debe haber conocido más que nadie los recorridos en el área de Discapacidad, justamente el metro cuadrado de Salud que le resta el sueño a Milei por culpa del letrado propio que puso en el cargo, un lenguaraz Diego Spagnuolo, quien de confiable pasó a ser un estigma. Aterrado, ese funcionario que el mismo Milei echó en la semana y al que allanaron hoy debe estar encerrado esperando una notificación al juzgado para confirmar o no la gravedad de las declaraciones que han trascendido.

Si es dificultosa la investigación, en la Justicia, unos magistrados funcionan con nafta común y otros con especial: el platense Ernesto Kreplaj tardó demasiado tal vez para perforar el caso del fentanilo –uno de los escándalos más grandes del rubro, solo comparable a otro ocurrido en la India, no solo por la cantidad de muertos (alrededor de cien), sino porque es impreciso saber cuántos más hubo–, mientras el calificado habitualmente como lerdo filo-k, Sebastián Casanello, alias la tortuga, superó en récords a Usain Bolt para destripar el affaire de un íntimo del mandatario, Diego Spagnuolo, al que un confidente le grabó confesiones de intocables allegados a la Casa Rosada (la hermana Karina, Lule Menem y otros) que pretendían aumentar en un 3% la cometa del 8% que tradicionalmente pagaba la droguería más importante del país (La Suizo Argentina, 30% del mercado) como antecedente para el resto del rubro. Más veloz que Casanello ha sido el fiscal Franco Piccardi, al que su señoría le delegó la investigación. Dicen también que es pro-Cristina. Robustece la teoría de una operación partidaria la presentación ante los tribunales de las sabrosas confesiones grabadas de Spagnuolo por parte del todoterreno abogado de la viuda de Kirchner, Gregorio Dalbón. Una teoría. Podrá beneficiarse la oposición, pero la causa del infidente letrado que escuchaba óperas con Milei en Olivos –ya sin celulares, allanado, con prohibición de salir del país– también se le atribuye al entorno de la Casa Rosada, ya que se nutrió por la misma garganta profunda que estaba en contrariedad con la hermana del mandatario, a la que acusa de “chorra” y, favorece al bando del asesor monotributista Santiago Caputo en una inmiseriecordiosa pugna con ella y la familia Menem que la acompaña. O protege a quienes fueron generosos en otra época y se niegan a oblar porcentajes más altos de soborno.

Hoy seguramente no se escuchará Puccini en Olivos. Poco clima para la ópera cuando todavía el Gobierno no emitió declaraciones sobre Spagnuolo

Para Milei fue un shock la velocidad de acontecimientos tenebrosos (debe sumarse el caso de la criptomeda $Libra que también lo asedió durante varias noches de insomnio), se advirtió en su último discurso en Rosario, el viernes: nervioso, inmerso en una explicación técnica sobre la suba de tasas cuando había pasado todo el día enfrentando las derivaciones de lo que dijo su exabogado Spagnuolo, al que reemplaza en el mismo servicio jurídico su socio Francisco Onetto. Presente en la Rosada ese día, con Lule Menem y Santiago Caputo, dos que pelean –con más certezas que dudas– en una porfía sangrienta y sin límites alrededor del Presidente. No debe haber sido un bálsamo ese encuentro, cargado ya por la participación sombría de otros responsables de los servicios de inteligencia, intoxicando a cada protagonista. Sea porque no controlan nada y porque pelean entre ellos para controlarlo todo.

Demasiada convulsión. Hoy seguramente no se escuchará Puccini en Olivos. Poco clima para la ópera cuando todavía el Gobierno no emitió declaraciones y se desconoce cuándo comparece Spagnuolo, menos se sabe lo que dicen sus capturados celulares –un instrumento ahora vital para la Justicia– y una pregunta sin respuesta: la droguería imputada tiene como clientes a diversas provincias, en exclusividad, con los cual muchos gobernadores se encuentran preocupados como Milei aunque en ningún contrato aparecerá una coima. También, como es obvio, la misma droguería no atiende solo a una rama de Salud como los discapacitados, se ocupa de servir al PAMI, a Desarrollo Social. Pastillas para dormir recetadas para sí mismo por el ministro Mario Lugones. Nadie sabe más que el de los negocios en Salud, vasta experiencia en el sector privado. Igual, desde mañana tiene la palabra un abogado que no supo contenerse y más de uno tiembla.

Debe señalarse otro adicional inquietante en la política sanitaria: la provisión de servicios, los compromisos ya asumidos con la empresa, la cuestión logística, el control de frío que exige la entrega de los medicamentos. La vida continúa gracias a ese transporte y entrega, esté sucio o no. Un problemón mientras se trata de pasar el tormentón judicial y político que, la oposición, sostiene que será un diluvio. Aunque ni a ellos debe convenirles un reguero de esa magnitud. Por el momento, expectativa por Spagnuolo y sus dichos, la búsqueda del infidente que grabó la conversación explosiva y la hizo circular, también el afán de legisladores por convertir el episodio en un caso de gravedad institucional aprovechando la pésima performance oficialista en el Congreso nacional, donde le votan en contra como si esos fallos fueran productos industriales. Tratan de ir a fondo, no solo para reformatear a un Milei que creía ganada la pelea económica y, con absoluta responsabilidad, no supo, no pudo o no quiso despegarse de los hábitos de una casta que por alguna razón puede ser milenaria. Justo a sesenta días de las elecciones.

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