sábado, 6 septiembre, 2025
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El costo oculto del plan elecciones con dólar quieto: caen el ahorro y la inversión productiva

El plan de contingencia decidido por Toto Caputo para pasar la «tormenta» electoral está dejando más efectos secundarios que los originalmente previstos. A esta altura, el propio ministro ya no niega el efecto recesivo de las altas tasas de interés, mientras empiezan a aparecer números inquietantes sobre el ahorro y la inversión.

Influyentes bancos globales como el JP Morgan ya ponen en duda que el crecimiento del PBI de este año sea realmente el 5,5% del PBI que se prevé oficialmente, y empiezan a hablar de una cifra más cercana al 4,7%, por la menor dinámica que se está observando en la actividad productiva del segundo semestre.

Pero una de las consecuencias poco mencionadas -aunque de mayor impacto sobre la actividad- son las caídas en los niveles de ahorro e inversión, que han sido históricamente un talón de Aquiles de la economía argentina. Según el discurso oficial sobre el plan que lidera Javier Milei, ambos indicadores experimentarían una suba como consecuencia del superávit fiscal y de un escenario de mayor estabilidad.

Sin embargo, ambos se están revisando a la baja. A comienzos de año, el reporte del Fondo Monetario Internacional preveía que la inversión subiría de 15,9% a un 17,3% del PBI. Sin embargo, con la volatilidad de las tasas de interés y las dificultades de acceso al crédito, estas cifras ya se tornaron ilusorias.

Es así que una estimación de la Fundación Mediterránea prevé que la inversión será apenas de 16,5%, mientras que el ahorro sufrirá una caída respecto del año pasado: será de 14,9% contra un 16,8% del 2024.

Ahorro e inversión, a la baja

Las cifras son elocuentes respecto del cambio de tendencia: en agosto, después de una racha de cuatro meses en los que los depósitos bancarios venían en ascenso, se registró una caída real intermensual de 3,6%. Y el rubro más golpeado fue el de depósitos a la vista, con una disminución de 6,7%, lo cual da una pista sobre el escepticismo reinante en el mercado.

Y, en paralelo, se está registrando un acelerado aumento en la demanda de dólares. Pero lo más preocupantes es que eso no se está reflejando en una suba de los ahorros bancarios dolarizados. De hecho, la estimación del economista Jorge Vasconcelos es que sólo un 23% de esos dólares se canalizó al sistema bancario.

En otras palabras, contrariando la expectativa de «dolarización endógena» con la que se había entusiasmado el gobierno, lo que se está viendo actualmente es un engorde de los «dólares del colchón».

Los últimos datos -correspondientes a julio- marcaron niveles que no se veían desde la crisis de 2019. Los u$s5.432 millones netos que demandaron los 1,3 millón de compradores representan un salto de 24,6% respecto de los que se había registrado el mes anterior.

Esa demanda se compone de compras de dólares cash en los bancos por u$s3.408 millones -que cuando se restan los ingresos de quienes vendieron dólares da un resultado neto de u$s2.812 millones-, y salida de divisas por u$s2.621 millones -en este segundo rubro se contabilizan pagos y transferencias desde cuentas locales al exterior-.

El Estado compitiendo por el crédito

Del lado de la inversión, hay una caída que se explica por el freno del crédito, en el contexto de altas tasas reales. Así, en agosto hubo un crecimiento del crédito en pesos de 1,3%. Pero cuando se pone la lupa sobre la porción de la financiación que está destinada a las empresas, ya los números se tornan negativos: según estimó la consultora LCG hubo un descenso intermensual de 2,3% real, con lo que se quebró una racha de 15 meses consecutivos de suba.

El crédito al consumo también está bajo amenaza, como lo demuestra la acelerada suba en la morosidad bancaria, que ya está en 5,2%, un nivel comparable con la crisis de la pandemia. Y debe considerarse que, como las cifras vienen con retraso, ese dato corresponde a junio, lo que hace suponer que, ya en septiembre, los problemas a la hora de cancelar deudas podrían ser mayores.

Esto no hace más que confirmar que el sistema crediticio sigue una escalera descendente. Y, por cierto, que está muy lejos del crecimiento al 15% que se verificaba hace un año, cuando los funcionarios se jactaban de que «los bancos volvieron a trabajar de bancos».

Ahora, por el contrario, el rol que está cumpliendo el sistema financiero es nuevamente financiar al Tesoro, que se fijó como prioridad absoluta la absorción de todo peso «excedente».

Con el Estado otra vez haciendo de competidor al sector privado, es inevitable que la tasa del crédito haya subido en las últimas semanas a niveles prohibitivos, en los que la liquidez de corto plazo para empresas de primera línea con urgencias de caja puede llegar al 100% anualizado.

De hecho, el rubro de adelantos bancarios a empresa tuvo en agosto un desplome de 10,3% real respecto del mes anterior.

Claro, no es posible para ningún negocio competir contra un retorno de 4,5% efectivo mensual, que es el nivel que ha venido pagando el Tesoro en las últimas licitaciones. Y, dada la situación de nerviosismo en el mercado cambiario, ya se está dando por descontado que en la licitación de la semana próxima -cuando vencen $5 billones– se volverá a convalidar tasas altas, tal vez superando el récord de 75% efectivo anual de la licitación de agosto.

Empresas, en modo defensivo

Más cifras que ilustran el cambio de clima: entre todas las fuentes de financiación que usan las empresas, la bancaria ha sido una de las que más cayó. Representa apenas un 22% del total, el nivel más bajo en cinco años, según un relevamiento hecho por la consultora Ernst&Young entre grandes compañías.

Siguen teniendo un peso muy grande la financiación con recursos propios -19% del total- y los préstamos de proveedores -10% del total-, lo cual da la pauta del riesgo que implicaría una eventual ruptura de la cadena de pagos.

El mismo sondeo da cuenta de que un 65% de las empresas encuestadas invirtió lo mismo o menos que el año pasado. Es un nivel de inversión más bajo aun que el que se registraba durante el gobierno anterior. Y es, además, una cifra que contrasta con las propias expectativas que el aparato productivo tenía hace un año, cuando una mayoría de 58% había hecho planes para incrementar su inversión.

De todas formas, la esperanza es lo ultimo que se pierde: en el sondeo de E&Y, sigue habiendo un moderado optimismo para el año próximo, en el que un 76% responde que espera mayores ventas, un 57% espera mejorar los márgenes de rentabilidad y un 50% prevé incrementar su tasa de inversión.

A la hora de indicar qué situaciones mejoran la capacidad y predisposición para invertir, las respuestas son las clásicas: simplificación tributaria, estímulos fiscales que abaraten las cargas sociales, un marco de seguridad jurídica y menores costos financieros.

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