Los gobernadores radicales que fueron a almorzar con Javier Milei a Casa Rosada hace una semana manifestaron, con bastante tibieza, sus quejas por las últimas alusiones presidenciales a Raúl Alfonsín, al que había acusado de golpista. “Bueno, yo llamo chantas a los economistas y son como hermanos”, respondió el Presidente sin ofrecer ninguna disculpa. A la salida de la comida, todavía en la Casa de Gobierno, los jefes provinciales de la UCR relativizaron la durísima acusación del mandatario: dijeron, increíblemente, que era parte de la “frescura” del nuevo lenguaje presidencial.
Los gobernadores están en una verdadera encerrona: dependen, como nunca, de la administración central. No solo en el rubro económico y en el financiero, también en el político. Carlos Sadir, por ejemplo, está urgido por la renovación de la única banca que le responde en Diputados. Necesita sí o sí de un acuerdo con el gobierno nacional para las elecciones legislativas del próximo año.
Milei se regodea. Las últimas semanas mostraron un notorio repunte de la imagen presidencial, evidenciado en los sondeos más creíbles. La crisis por el veto a las jubilaciones y el financiamiento a las universidades quedó por ahora archivada. La Casa Rosada es casi una fiesta, más allá del ordenamiento en la macro todavía no tiene un impacto significativo en la economía diaria de la gente. Las mejoras se ven solo en algunos sectores. Ayer, en declaraciones radiales, Gustavo Weiss, presidente de la Cámara Argentina de la Construcción, resaltó que “por la tendencia pareciera que se ha dejado atrás lo peor de la crisis”, a pesar de que la obra pública nacional sigue “totalmente parada” y que existe “cierto nivel de ejecución en las provincias que pueden afrontar la inversión con fondos propios”. En cuanto a la obra privada, Weiss aclaró: “La recuperación es en sectores como el petróleo, el gas y la energía”.
El Presidente festejó en estos días esos indicadores como una señal de que, según el Gobierno, la recuperación ya empezó. Con un dólar estable y el Riesgo País en caída, por debajo de los 900 puntos, y una inflación en desaceleración, producto de la política fiscal y la severa crisis recesiva, y buena parte de la opinión pública de su lado, Milei avanzó entonces en estas semanas, recargado, sobre el sistema político, adormecido frente a un liderazgo que no conoce de buenos modales y que, públicamente, plantea disputas diarias en casi todos los frentes sin medir por momentos las consecuencias. Como si no hubiera un mañana.
El Presidente está a punto de volver a prorrogar el Presupuesto 2023 frente a la premeditada pasividad del oficialismo para negociar el texto 2025 enviado en septiembre al Parlamento. El martes, La Libertad Avanza suspendió la visita del ministro Mario Lugones, uno de los tantos funcionarios que se referencia en el club fascinado por el poder y liderado por Santiago Caputo. El Gobierno no quiere liberar un peso de más, bajo la premisa del equilibrio fiscal, y ya avisó que, en principio, no quiere convocar a sesiones extraordinarias. “Se dio vuelta la tortilla: ahora somos mayoría de provincias pobres y gobierno rico”, exageraron desde una gobernación.
La última semana fue de especial jolgorio para Milei. El paro sorpresivo de Intercargo, a cargo de las rampas y el despacho de valijas en los aeropuertos, le dio pie al Gobierno para acelerar a fondo sobre esa empresa. En el medio, le dio un ultimátum de 48 horas a los gremios de Aerolíneas Argentinas -en teoría, vencía el viernes- para la presentación de un plan de salvataje de la empresa. Se podía esperar una respuesta combativa por parte de los sindicalistas, al menos de los más opositores al modelo libertario, pero contrariamente suspendieron todas las medidas de fuerza. Es más: no hubo casi ni un solo dirigente político de la oposición que se manifestara públicamente en favor de los gremialistas. Y peor aún: la ministra Patricia Bullrich desplegó a las fuerzas federales para el despacho de valijas y el servicio de rampas, amparada en la desregulación del rubro, y mostró esa iniciativa con un video en sus redes con música de película épica de Hollywood.
El sindicalismo, de brazos caídos en su mayoría, ofrece relatos conmovedores. Omar Maturano, de La Fraternidad, aseguró hace algunas semanas que estaba de acuerdo en la entrada de capital privado a los trenes. Parte de la cúpula de la CGT, con Héctor Daer y Gerardo Martínez a la cabeza, se siente muy a gusto con el consultor Caputo y el Gobierno.
Es que el peronismo está enfrascado además en sus propias rencillas internas, especialmente en la provincia de Buenos Aires, el bastión central del kirchnerismo. Este miércoles, para colmo, Cristina Kirchner espera pésimas noticias de la Cámara Federal de Casación Penal, que podría confirmar la condena en la causa conocida como “Vialidad” y la inhabilitación perpetua para el ejercicio de la función pública. Se habilitará, entonces, una serie de recursos en la Corte y un abanico de interpretaciones de cara a lo que podría ser su eventual candidatura el año próximo. En el PJ, de todos modos, no pierden las esperanzas: según una encuesta reciente de la consultora Sentimientos Públicos, dirigida por Hernán Vanoli, un 50% del electorado estaría dispuesto a votar por el peronismo, aunque acumuló en estos tiempos una mala performance entre los jóvenes, en particular en el AMBA.
Se trata de un triunfo notable de la batalla cultural libertaria festejada a rabiar por los militantes digitales en las redes sociales, extasiados por una notoriedad y una masividad que nunca hubieran imaginado. Un ejemplo: hace algunas semanas, el segmento “La Misa” del incalificable “Gordo Dan”, de los más influyentes streamers de La Libertad Avanza -tiene entrada libre a la oficina de Caputo en Casa Rosada- estuvo al aire sin sonido por un problema técnico y, aún así, con una puesta en escena insólita de movimientos silenciosos tuvo casi 20.000 personas en vivo durante una hora. El martes, la transmisión especial, y bizarra, por el triunfo de Donald Trump, midió de a cientos de miles.
El triunfo del candidato republicano le dio al Presidente un envión extra. Los beneficios de la relación entre el magnate neoyorquino y Milei todavía son inciertos. En parte, por la política proteccionista que Trump ya implementó y prometió repetir en su segunda gestión en la economía norteamericana, y por la reacción de China y sus posibles consecuencias en este continente.
Será, en todo caso, parte de la agenda de los próximos meses. Por el momento, Milei se encargó de exhibir en la escena pública que la semana entrante será el primer presidente en ser recibido por Trump en su mansión de Mar-a-Lago, un exclusivo y lujoso resort de 120 habitaciones, emplazado en 8.000 metros cuadrados en Palm Beach, en La Florida, que fue allanado en el 2022 por el FBI en la búsqueda de cientos de archivos clasificados que el republicano debía haber dejado en los archivos nacionales de la administración central cuando dejó la presidencia.
Mar-a-Lago, que la organización Trump adquirió en los 80 a la Fundación Post -en el 2005 construyeron el salón de baile más grande de La Florida, de 20.000 metros cuadrados-, y que luego se bautizó coloquialmente como “La Casa Blanca de Invierno”, por el uso que el presidente le dio durante su primer mandato, en los meses más crudos del año, será esta semana la sede de la cumbre de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) y tendrá a Milei como invitado estelar junto a Elon Musk.
Con la agenda con el jefe de Estado como eje central, y la disputa político-cultural con saldo muy favorable a once meses de haber asumido la presidencia, en un sector del círculo rojo el dilema que se impone entonces es qué frena al presidente. Ya no quién, si no qué.
El martes, por lo pronto, Milei tiene una parada difícil en Diputados. La sesión especial pedida por sectores opositores para tratar la modificación a la ley que regula los decretos puede convertirse en un dolor de cabeza para un presidente que ya se acostumbró a los DNU. Hasta ahora, el propio mandatario tuvo que ponerle el cuerpo, algo que le disgusta, a la negociación parlamentaria, para apuntalar las tratativas en manos de Caputo, Guillermo Francos, Lisandro Catalán y José Rolandi, y salvar la ropa.
Fue lo que sucedió con el veto a la ley jubilatoria y a la universitaria. No así con el decreto que asignó discrecionalmente $100.000 millones a la SIDE de Sergio Neiffert, cercano al consultor y asesor estrella de la Presidencia. Ese traspié, en la semana fatídica de la triple derrota legislativa de septiembre, fue posible gracias a la alianza transitoria del PRO de Mauricio Macri con el kirchnerismo y los bloques que hasta ese momento oscilaban entre al apoyo y la oposición, como el de Miguel Ángel Pichetto. Con excepción de ese decreto, el macrismo apoyó por el momento el paquete de iniciativas oficiales a libro cerrado.
Macri afronta ahora un escenario incómodo para su figura y su partido: está obligado a acompañar al Gobierno por la agenda global desplegada por el oficialismo, sostenida por el electorado del PRO, y aún no encontró una moneda de cambio que le favorezca. “Es incómodo, sí”, reconoció un dirigente amarillo. Existen, de todos modos, evidentes excepciones de dirigentes que están obnubilados por el gobierno. Diego Santilli es uno de ellos: festejó, como pocos, el triunfo de Trump, a la par de la cúpula libertaria. “Ya hacemos chistes con él”, se sinceró un colega.
El ex presidente y jefe del PRO tiene un plan en mente que, por ahora, no tuvo por parte de La Libertad Avanza la respuesta esperable: según fuentes partidarias, Macri quiere cerrar públicamente un acuerdo macro para las elecciones del próximo año que consistiría en liderar la estrategia y las listas conjuntas en los distritos gobernadores por su partido. En ese contexto, la provincia de Buenos Aires quedaría bajo la conducción libertaria. Buena noticia para José Luis Espert, que en algún momento fue larretista y que ahora es uno de los dirigentes más cercanos al Presidente.
Ese plan comentado en el seno del PRO tiene un ítem particular de disputa: la ciudad de Buenos Aires, la casa matriz del partido, el único punto que el ex jefe de Estado no está dispuesto a negociar, y el distrito por el que La Libertad Avanza, con Karina Milei a la cabeza, quiere pujar de cara al 2027.
Es un dolor de cabeza para Macri, pero también para su primo Jorge, que aún busca darle su propia impronta a una gestión que todavía se presenta como un híbrido entre la anterior de Horacio Rodríguez Larreta y la que pretende el actual jefe de Gobierno.
El ex intendente de Vicente López trabajaba desde hacía tiempo con su mesa chica en un proyecto de reorganización y ajuste de la estructura gubernamental que pretende ejecutar antes de fin de año y que incluirá un recambio en el staff de funcionarios. Cuando se enteraron en LLA, se adelantaron con la presentación de un proyecto de Ley Bases, con eje en un achique del Estado porteño, que enfureció al jefe de Gobierno. Jorge Macri necesita a partir del 2025 legisladores propios y una impronta política mucho más personal de la gestión y de su proyecto a futuro de cara al 2027, en su objetivo presidencial que no oculta desde el día uno que desembarcó en Uspallata. Para eso, analiza además un cambio en la constitución de la Ciudad. ¿El entorno de Milei piensa en algo parecido?