Periodista: Estalló Armagedón en Medio Oriente. Irán e Israel arden en llamas. El mundo se pregunta por las vidas humanas, la inestabilidad de la región y sus vías de contagio, la ruta del petróleo y la provisión de energía. Eso sí, Wall Street se mantiene a tiro de los 6 mil puntos del S&P500. Trump se va de golpe de la reunión del G7, menciona la guerra y advierte que hay que evacuar Teherán. Y es lo mismo que nada. La Bolsa no desensilla.
Gordon Gekko: Dijo que hay que salir de Teherán, no de los mercados. Y no es la primera vez que abandona abruptamente un mitin del G7. Lo hizo también en Canadá, en 2018, después de chocar con la premier alemana de entonces, Angela Merkel, y el dueño de casa, Justin Trudeau. No es una reunión que le agrade sobremanera.
P.: Quizás si estuviera Rusia sería distinto. Dijo que fue un error alejarla del G7. Lo que se decidió en 2014 después de que Vladimir Putin anexara Crimea por la fuerza.
G.G.: Sí. Abogó por la inclusión de Rusia y China en el G7.
P.: ¿A usted qué le parece la idea?
G.G.: Los dos participan del G20. Ese es hoy el foro principal de discusión entre los líderes del globo. No el G7 que refleja una alineación en valores muy compacta, aunque ya no decisiva para definir el rumbo del mundo. Pero, a decir verdad, tampoco Trump presta mucho apoyo. La presidencia del G20, este año, la desempeña Sudáfrica. La relación bilateral es muy mala. EEUU no participó de la mayoría de los encuentros del G20. Trump se siente cómodo en el mano a mano bilateral, no en grupo. Tiene más leverage, más “palanca” para hacer valer su criterio.
P.: La primera impresión es una impresión fuerte. A los mercados la guerra no les quita el sueño. La guerra de aranceles en abril provocó una desbandada, y hubo que salir rápido a moderarla. Los misiles surcan los cielos de Medio Oriente y no pasa gran cosa. Puede seguir siendo así, y la vida financiera continúa sin experimentar sobresaltos.
G.G.: La geopolítica no despierta un gran interés en los mercados. Cuando lo hace, es porque irrumpe algún suceso extremo. Pero después, tarde o temprano, tiende a diluirse como foco de atención. Y cuando se resuelve sale de escena, generalmente, sin pena ni gloria.
P.: ¿No es una equivocación?
G.G.: Si lo fuera, ya se habría corregido hace mucho tiempo. No se olvide que venimos de la invasión rusa de Ucrania, otro conflicto gravísimo, y que todavía carece de atisbos de solución. Y los mercados funcionan como si reinara la paz. Se combate en el corazón de Europa, a la vera de las mayores plantas nucleares del Viejo Continente, y se bloqueó la provisión de energía y otros materiales de Rusia. Todo ello persiste desde febrero/marzo de 2022. El mercado bear de enero de ese año no lo precipitó Putin sino la inflación que se le escapó a la Fed cuando el banco central reconoció que era la hora de ocuparse. Y el mercado bull arrancó en octubre de 2022 cuando la Fed todavía la corría por detrás con fuertes subas de tasas. Resiliencia no falta.
P.: Es complacencia, dice Jamie Dimon, el CEO de J.P. Morgan. Y lo apuntaba incluso antes que el primer misil impactara en Teherán.
G.G.: La resiliencia fomenta el hábito de la complacencia. No hay cómo negarlo.
P.: Si se obstruyera la navegación por el Estrecho de Ormuz otra sería la historia.
G.G.: Seguro.
P.: Es un riesgo no desdeñable. Pero tampoco se aprecia que produzca un impacto significativo.
G.G.: Rige una prima de riesgo extra de doce o catorce dólares sobre el precio del barril, que trepó 25% desde principios de junio. Si se cerrase la navegación tendríamos otro salto similar, o algo más. Y un dolor de cabeza serio.
P.: Dejemos Medio Oriente a un lado. Las ventas minoristas cayeron 0,9% en mayo en EEUU. Más de lo esperado. Es el segundo tropiezo consecutivo. Y van tres en los últimos cinco meses. El consumidor parece estar en pie de guerra. ¿No habría que prestarle más atención?
G.G.: También estoy de acuerdo. Pero las ventas del llamado grupo de control -los ítems que integran la definición del consumo dentro de las cuentas nacionales- treparon 0,4%. Habían caído 0,1% en abril. Y lo más importante es que la confianza del consumidor dejó de empeorar en mayo. Y por primera vez en el año repuntó en junio. De la mano del efecto TACO.
P.: Del retroceso de Trump en la guerra de los aranceles.
G.G.: Tal cual. No es que los mercados desconozcan las tribulaciones del consumidor. Es que están viendo que su ánimo se asienta después de una etapa de pavura exagerada. Es una mejoría clave.
P.: La Fed termina (este miércoles) su reunión. No se espera que mueva las tasas de interés. ¿Cree que retocará su discurso? ¿El mapa de puntos, quizás?
G.G.: Créase o no, la inflación se desaceleró en los primeros cinco meses del año. A pesar de la cruzada arancelaria y toda la incertidumbre. Powell deberá comunicarlo en su discurso, aunque ahora surja la posibilidad de tener que lidiar con un shock petrolero. La Fed va a mantener la actitud de ver y esperar. Todo el mundo mirará el mapa de puntos. Me sorprendería que cambie su trazo. Las dos rebajas de tasas que estaban anotadas en marzo como probables antes que termine 2025 seguirán estando allí. La gran novedad debería encontrarse en la trastienda de los números. Debería consignarse una reducción en la inflación esperada. Y también una debilidad prevista algo mayor de la economía real. Lo que será leído como un guiño favorable a la voluntad de retomar los recortes de tasa que Powell ejecutó de septiembre a diciembre de 2024. Y que bien podrían volver a iniciarse en septiembre.