sábado, 13 septiembre, 2025
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Con la banda al cuello

Las bandas de flotación cambiaria están acabadas. Como en la película Sexto Sentido, al único que le falta reconocerlo es al protagonista de la historia, en este caso el gobierno de Javier Milei. El cachetazo electoral en la provincia de Buenos Aires y la respuesta posterior del mercado, llevando el dólar mayorista a 1453 pesos, a solo 1,3 por ciento del techo de la banda de flotación, en 1472 pesos, dejaron al oficialismo en estado de conmoción. 

«Todos saben que después del 26 de octubre habrá un tipo de cambio más alto y que la banda actual quedará desactivada. Lo piden el FMI, el establishment y el mercado, pero sobre todo es evidente porque no hay dólares para resistir», analiza Jorge Carrera, ex vicepresidente del Banco Central.

«El esquema de bandas tiene fecha de vencimiento. Cuando se pierde credibilidad en el instrumento no hay tasa de interés, encajes, ni intervenciones en dólar futuro que alcancen«, coincide Pedro Gaite, economista jefe de FIDE.

La pregunta por estas horas es si el Presidente y el ministro de Economía, Luis Caputo, intentarán gastarse las pocas municiones que les quedan para sostener la ficción de un tipo de cambio inviable, para no quedar desnudos de cara a los comicios del 26 de octubre, o si darán un nuevo volantazo, presentado como el adelantamiento de la fase 4 del programa económico, que les permita salvar no tanto el resultado electoral, sino los próximos dos años de gobierno.

La respuesta por ahora fue poco menos que fingir demencia. La versión del equipo económico ante banqueros y grandes empresarios tras la derrota del domingo fue que la inestabilidad cambiaria obedece al ruido político y que una vez superada la instancia de las elecciones, el supuesto ordenamiento fiscal permitirá reconstruir la confianza y habilitar una corriente de inversiones que apuntale el plan.

«La banda actual cambiará aunque Milei gane las elecciones«, refuta Carrera, porque el problema de fondo es la inconsistencia de un programa que no permite acumular dólares para pagar la deuda.

Plan fallido

La estrategia de ajustar las cuentas públicas caiga quien caiga para bajar la inflación y ganar capital político, junto a la concesión de beneficios extraordinarios al capital a través del RIGI, la desregulación de la economía y las reformas estructurales, de modo de captar inversiones, y que eso apalanque el crecimiento, no resultó.

Hoy el Gobierno se encuentra con el menor capital político desde que asumió, contra las cuerdas, sin el apoyo de los héroes de antaño en el Congreso, con la mayoría de los gobernadores que le dan la espalda. La idea de que el ajuste fiscal era una medicina amarga que traería soluciones ya no cuaja, y lo que gana terreno es el mal humor y la desconfianza por la caída de la economía nuevamente en recesión.

El efecto reactivante al que apuntó el Gobierno con la estabilización del dólar y la baja de la inflación se esfumó, sobre todo porque nunca logró un esquema cambiario consistente y creíble.

Primero lo intentó con la tablita que subía la cotización de la divisa un 2 por ciento mensual. Era la fórmula del crawling peg, de acuerdo a la jerga técnica, que debía establecer un horizonte de confianza para atraer inversiones. Como no terminaba de ser aceptado, en enero de este año Milei redobló la apuesta y redujo la devaluación al 1 por ciento mensual. Sin embargo, en abril tiró todo ese esquema a la basura y tras conseguir un nuevo préstamo millonario del FMI, por 20 mil millones de dólares, pasó al sistema de bandas de flotación.

El cambio no potenció la reactivación esperada, como prometían Milei y Caputo. La industria, la construcción, el comercio y el turismo interno van cada vez peor. Un plan económico que conspira contra esos sectores clave no tiene destino.

Golpe mortal

«El programa económico ya estaba desconfigurado antes del acuerdo con el FMI: tipo de cambio real apreciado, reservas muy negativas, caída del nivel de actividad, ingresos reales en retroceso para personas y empresas. Al firmar el acuerdo con el FMI existía la oportunidad de encauzar la situación: comprar de 4.000 a 5.000 millones de dólares de la cosecha dentro de la banda, como estaba previsto, con un dólar en torno a los 1.250–1.300 pesos», señala Carrera. 

«Pero eligieron no hacerlo -reprocha-  y apostar, de manera delirante, a bajar la paridad a 1.000 pesos, optando por ‘cruzar el desierto’ hasta octubre sin agua en la cantimplora, sin sumar reservas. Por tal razón, debieron usar la tasa, la intervención en el spot y en futuros y la manipulación de encajes muy tempranamente y en dosis muy grandes, a lo que se sumó el desmanejo de las LEFI. Resultado: un golpe mortal al nivel de actividad y a la percepción microeconómica del plan por parte de los votantes«, completa Carrera la descripción del proceso que condujo al país hasta este punto, y al Gobierno bien al borde de la cornisa.

Para colmo, el «activo» del oficialismo de «no tener a nadie enfrente», con la oposición disgregada y sin candidatos a la vista, terminó el domingo pasado.

¿Devaluación y cepo?

«El Gobierno tiene compromisos de deuda a partir de 2026 que no podrá afrontar sin volver a los mercados para conseguir financiamiento. Para eso tiene que juntar reservas y bajar el riesgo país. Sin embargo, lo que vemos es un drenaje de divisas insostenible por la formación de activos externos. Se están yendo 5.000 millones de dólares por mes por esa vía, cuando debería estar juntando 2.000 millones todos los meses», indica Gaite. 

La hipótesis de que el Gobierno devaluará al menos un 20 por ciento después de las elecciones y volverá a implantar el cepo cambiario gana fuerza entre los analistas. Es lo que se describe como el «reseteo» del plan, una suerte de volver a empezar. 

Una alternativa a la que apuestan menos porque en principio parece más arriesgada en términos políticos y electorales es hacer eso ahora mismo. Aprovechar el clima recesivo que comprime el traslado a precios del salto cambiario y lanzarse a un pleno que termine con las especulaciones y ordene el panorama. Seria adelantar la jugada y sorprender, con iniciativa política. Eso debería ir acompañado de una verdadera apertura a una negociación política con los gobernadores y la oposición, más el despliegue de una política de ingresos que compense a sectores populares. Por ejemplo, con un bono extraordinario para jubilados, un aumento fuera de programa para el salario mínimo y la reactivación de las paritarias. 

«Parece un poco tarde para eso y obligaría a Milei a mostrarse como un león domado. No sé si le dará para tanto», indica Carrera.

La alternativa es aferrarse a la banda de flotación hasta pasar las elecciones, con la autorización del FMI para gastar los dólares prestados para defender el techo. Y profundizar la pelea con la oposición, los jubilados, las universidades, como hasta ahora. Es decir, jugarse a todo nada al modelo libertario, con la banda al cuello.

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