viernes, 31 octubre, 2025
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Cómo ganó «lo anti-sistema» si alguna vez sentimos el bienestar?

La explicacin corta: desencanto acumulado, hartazgo con la inflacin y la decadencia, una narrativa potente contra «la casta» y la promesa de libertad que corta con todo lo anterior.

La explicacin larga -la que intentamos ac- mezcla memoria de consumo, expectativas que subieron, deterioro de ingresos, identidad juvenil anti-sistema, fragmentacin del peronismo y un clima global que empuja proyectos libertarios.

Mientras tanto, el mapa electoral confirma el envin de LLA en Nacin y en distritos clave, segn el escrutinio provisorio.

Durante la llamada «dcada ganada», amplios sectores palparon bienestar: 

Consumo durable, acceso a tecnologa, universidad cerca, vacaciones posibles. La memoria de haber llegado es real. Pero la expectativa subi un piso y el piso se resquebraj: inflacin persistente, salarios corriendo atrs, precariedad, corrupcin percibida y un Estado visto -por crecientes franjas- como ineficiente.

Ah prendi el relato anti-sistema: «la casta te roba; achiquemos el Estado; devolvamos libertad«. La sociologa electoral, como la que expone el investigador Javier Balsa en Por qu gan Milei?, muestra un viraje cultural profundo entre 2021 y 2023: el desnimo se transform en ideologa rupturista.

Lo que ayer sedujo -«llegar a eso que no tenamos«- hoy compite con otra aspiracin: autonoma y menos tutelaje. La narrativa libertaria ofrece menos impuestos, menos regulaciones y un orden de mercado que «premia al que se esfuerza«. No es solo economa; es identidad. Entre jvenes y treintaeros criados en crisis y algoritmos, el discurso del romper todo result tan convincente como esperanzador.

El peronismo y sus aliados no lograron reconciliar la memoria de bienestar con el presente de deterioro. Fragmentacin, autocrtica pendiente y ausencia de renovacin simblica abrieron puertas. Un «outsider» que grita contra el statu quo encontr msica donde el resto ofreca silencio.

Aquella declaracin de Javier Gonzlez Fraga, presidente del Banco Nacin durante el gobierno de Macri, sigue flotando como un sntoma:

Le hicieron creer a un empleado medio que su sueldo serva para comprar celulares, plasmas, autos, motos e irse al exterior.

Esa frase -por ms que despus haya intentado matizarla- consolid la idea de que el bienestar era un exceso, una ilusin. Y cuando la economa real se degrad, esa idea se volvi moneda corriente. Hoy muchos votan convencidos de que recortar es «ordenar».

El escndalo del Banco Nacin y Vicentin, con prstamos otorgados incluso fines de semana para sostener a una empresa que luego fug capitales, dej un sedimento de impunidad estructural. Para el votante comn, fue la prueba de que «los de arriba siempre zafan«, alimentando tanto el voto bronca como la ilusin de que un «ajuste moralizador» poda limpiar la escena.

Lo positivo, si algo puede rescatarse, ser pedaggico: que se vea el costo real del modelo y que la discusin sobre el bienestar vuelva a tener nmeros, no consignas. Que la reaccin, cuando llegue, no sea con bronca sola, sino con organizacin. Que se reconstruya la idea de Estado, pero sin convertirlo en botn ni en excusa.

Resultados oficiales (escrutinio provisorio 27/10/2025)

  • Nacional (diputados): La Libertad Avanza 40,7 %, Fuerza Patria 39,5 %, Frente de Izquierda 4,9 %.
  • Provincia de Buenos Aires: LLA 41,5 %, Fuerza Patria 40,8 %.
  • CABA: LLA 47,4 %, Fuerza Patria 26,9 %.
  • Crdoba: LLA 49,3 %, Hacemos por Crdoba 28,7 %.
  • Santa Fe: LLA 43,1 %, Unin por la Patria 32,4 %.
  • Mendoza: LLA 45,8 %, Frente Federal 33,6 %.
  • Formosa: Frente de la Victoria 57,3 %, LLA 36,7 %.
  • Santa Cruz: Fuerza Santacrucea 32,1 %, LLA 31,7 %.

A primera vista, da la sensacin de un suicidio colectivo. O al menos de un 41 % de compatriotas que, empujados por el enojo, terminaron votando a su propio verdugo.

Un socilogo debera interpretarlo: no como un fenmeno racional, sino como una reaccin emocional de un pueblo saturado, desorientado, anestesiado por la inflacin y la propaganda.

Y si bien no hay pruebas ni denuncias judiciales concretas, algunos observadores se permiten sospechar. En un contexto de penurias sociales tan profundas, con millones de personas que la estn pasando mal, cuesta comprender un apoyo tan uniforme a un proyecto que propone ms ajuste.

Sumemos un detalle: fue la primera eleccin nacional con boleta nica de papel, un sistema nuevo, y tambin una de las campaas con mayor acompaamiento discursivo y financiero de Estados Unidos en los ltimos tiempos. No lo afirmamos; apenas lo dejamos flotar, como flotan las dudas en un aire demasiado denso.

Y como si la escena necesitara un remate, Donald Trump no se hizo esperar. Desde su red social, felicit al «gran vencedor argentino» por su triunfo y desliz -con la sutileza de quien pasa factura- que «Estados Unidos ayud mucho» para lograrlo.

No era solo un saludo; era un recordatorio de poder. Un modo de dejar sentado que Amrica del Sur vuelve a estar en su radar, y que los recursos de Argentina, Bolivia, Chile, Brasil y Venezuela despiertan el apetito de quienes nunca dejaron de ver el continente como un tablero de saqueo.

Trump aprovech la ocasin para posicionarse geopolticamente, hablando de «libertad en el hemisferio» mientras asomaban los colmillos del inters: litio, petrleo, gas, agua, biodiversidad. Nada nuevo bajo el sol, pero esta vez, con la puerta abierta de par en par.

Nos quieren convencer de que lo que sentimos fue un espejismo: que el aire, la compu, la moto, el auto, las vacaciones eran «ilusin«, que el plasma no deba colgarse en la pared del laburante. Lo dijeron, y qued. Pero tambin es cierto que el salario se achic y la mesa se vaci, y que el Estado -ese que ayer cobij- perdi el partido de la eficacia frente a la inflacin, los abusos y la soberbia.

As eligieron a quien promete el bistur. Y nosotros, tercos, sabemos que el bistur sin anestesia tambin corta al que trabaja.

Estaremos frente a un pueblo masoquista?

Quizs s. Porque hay algo profundamente perturbador en ver a un pueblo que, tras aos de golpes, ajuste y desprecio, vuelve a poner su fe en quienes lo castigan. Como si el sufrimiento colectivo se hubiera naturalizado, como si el dolor ajeno ya no doliera. Votan a quien les quita el pan, a quien humilla a sus mayores, a quien vaca los hospitales y se burla de los trabajadores. Ser que el pueblo argentino, cansado de tanta frustracin, confunde el castigo con el cambio?

La parte que no cierra

Quizs un socilogo, o tal vez un forense poltico, podra explicar mejor este fenmeno. Porque hay cosas que no cierran.

Sin pruebas, claro est, pero con demasiadas seales dispersas empieza a flotar la sospecha de que algo raro pudo haber pasado. Que tal vez existi una manipulacin ms fina, ms tecnolgica, menos visible que el viejo robo de urnas. Algunos hablan de algoritmos, otros de manipulacin emocional a travs de las redes, y tambin -quizs en el terreno de lo conspiranoico– surgen voces que se preguntan si las vacunas no habrn dejado algo ms que inmunidad. Una predisposicin, una alteracin sutil, un condicionamiento invisible? Todo sin pruebas, pero con una sospecha que se resiste a morir en el aire.

Mientras se desfinanciaba el Hospital Garrahan, se abandonaban las universidades pblicas, se reprima a jubilados todos los mircoles, se golpeaba a personas mayores por reclamar un aumento que nunca llegaba, y se recortaban programas de discapacidad bajo una estructura plagada de coimas y retornos, con la tristemente clebre «tasa del 3%» atribuida a Karina Milei, la «recaudadora» de turno, la sociedad sigui votando como si nada de eso existiera.

Sumemos a eso los nombres propios que quedaron grabados en la indignacin colectiva: Jos Luis Espert, sealado por sus vnculos con financiamiento oscuro y entornos narcos; Diego Espaolo, involucrado en manejos turbios de fondos pblicos; Sandra Pettovello, que dej pudrir toneladas de alimentos destinados a comedores populares mientras el hambre creca.

Qu ms hace falta para que la gente entienda?

A veces da la sensacin de que la conciencia social fue hackeada, que las redes, los medios y ciertos intereses externos operaron con precisin quirrgica sobre el malestar popular.

Y en medio de los festejos y de las pantallas encendidas, el profesor Ariel Robert escribi en su red social:

Debe ser muy escasa mi imaginacin: jams pens escuchar tantas palmas aplaudiendo a sus propios verdugos.

Una frase que resume todo: la lucidez amarga de un pueblo que alguna vez conoci el bienestar y hoy se pregunta en qu momento empez a celebrar su propio ajuste.

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